Felices ustedes cuando sepan interpretar con benevolencia las actitudes de los demás, aún contra las apariencias: serán tomados por ingenuos, pero este es el precio de la caridad
Santo Tomás Moro

A Santo Tomás de Aquino le habían puesto el apodo de Buey mudo de Sicilia. Se burlaban de su imperturbable calma y su ingenua credulidad. Sólo una vez había reaccionado con prontitud. Le habían gritado desde el claustro, al pie de su ventana: “¡Hermano Tomas! ¡Hermano Tomás!… ¡Corre mira! ¡Un buey que vuela!”. Mansamente, se acerco a la ventana, siendo recibido con sonaras carcajadas… “¡Se lo ha creído! ¡Se lo ha creído!” Gritaban todos. “¡Es bobo!” Tomás, imperturbable, respondió: “prefiero creer que un buey puede volar a pensar que un dominico miente…”. Decidirse a creer en la buena voluntad de los otros es lo propio de la caridad que todo lo cree. ¿Qué cree? Que el Amor todo lo convierte y hace nuevas todas las cosas, incluso las más dañadas. Confiar en el potencial de todo ser humano nos libera del peso de los juicios, y deja a Dios la responsabilidad de juzgar al otro. Esta libertad otorga una pacifica felicidad.
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